Durham, Inglaterra, 29 de septiembre

El muro de Adriano no está muy lejos. Los pastos verdes y vientos frígidos testifican de los 2000 km hacia el sur que nos separan de Barcelona. Estoy en Durham con mi hijo, Kenny, acompañándole mientras se matricula en la universidad aquí, una de las más antiguas en Europa. Hoy acabamos de explorar la historia medieval abierta en los claustros y columnas de la catedral que ocupa un promontorio privilegiado sobre la ciudad.

Al entrar en la nave gigantesca, uno se queda anonadado por las proporciones masivas de los pilares y arcos construidas poco después de la conquista normanda. 40.000 toneladas de piedra cortada y montada en sólo 40 años. He visto bastantes catedrales en mis 14 años viviendo en Europa, pero considerando el estado en que se encuentra junto a la falta de tecnología moderna que tuvieron para levantarla en su día, permanezco asombrado.

Me surgió una pregunta, pero al momento de planteársela a Kenny, mi enciclopedia histórica, me sentí algo tonto. ¿Es una catedral Católica o Anglicana (protestante)? “Eh…Curtis, en 1063 no existía ni una ni otra como entidad. Sólo era la Iglesia Cristiana”

¡Claro! Reflexioné un tiempo sobre cuánto nos cuesta en el contexto español aproximarnos a esta idea…sólo una iglesia, un conjunto de Seguidores de Cristo. Muchos todavía destacan las diferencias, algunas importantes, entre las doctrinas y prácticas de las distintas confesiones que tienen sus historias arraigadas en ese Carpintero de Galilea. Pero la llamada que hacía y la calificación que pedía Jesús era y es única…¡Sígueme!

Subimos los 325 escalones hasta la torre (¡sí, llegamos sin la necesidad de primeros auxilios!). Mi respiración hurtada, tanto por el ejercicio como por la vista espléndida, pensaba sobre el efecto que este inmenso monumento petrífico debía haber tenido sobre los peones y peregrinos siglos atrás. Mirando arriba a los altísimos techos, ¿contemplaban la grandeza de Dios? O, fijándose en los iconos adosados con oro de más valor que su sueldo por 100 años, ¿es más probable que se quejaban sobre la avaricia y opulencia de los obispos?

No sé, pero seguramente más de uno de estos granjeros encerrados en pobreza se paró y, al considerar el bellísimo paisaje verde o la complejidad de una sola hoja del roble en la franja de sus campos, con una escondida carcajada para no deshonrar a los nobles y altos clérigos, hubiera afirmado que el triunfo arquitectónico del hombre es todavía una pobre imitación del esplendor del original.