10 marzo 2010

Y la respuesta es...

Gracias por la paciencia de los que han seguido los post sobre el bien y el mal. Acabo con unos pensamientos más...

A pesar de todo lo desglosado hasta ahora sobre el mal innato, creo firmemente que hay un impulso hacia el bien en todos. El deseo de servir a los demás, sacrificarse para proteger al indefenso o levantar al débil - el reflejo de esto existe. Pero la historia de la humanidad junto con nuestra experiencia personal entona la angustia de San Pablo: “Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero,” Entonces, ¿hay cura para esta enfermedad nefasta?

Faltan tres elementos claves para efectuar un cambio:
   1. perdón - una manera de borrar definitivamente el lastre de memorias de sufrimiento,
tanto la que hemos causado como las que padecemos.
  2. Reconciliación - restauración de las relaciones quebrantadas como consecuencia de nuestras
acciones y palabras.
   3. Poder para vivir de una manera distinta después e implantar actitudes y hábitos distintos.

Es interesante que tanto los gurús de comportamiento humano como los teólogos están de acuerdo sobre los primeros dos puntos. La amargura y falta de perdón nos destruyen tanto físicamente como emocionalmente.

Pero en cuanto al tercer punto, ¿de dónde alguien saca las fuerzas para cambiar estas actitudes, y dejar el veneno fuera?

La respuesta: Jesús. ¿?

Sé que para algunos es una respuesta simplista, incluso violenta. Pero allí está. Un hombre que no sólo dejó una huella de enseñanzas morales interesantes sino que declaró que ofrecía perdón de parte del Creador y que nos entregaría el Espíritu Santo como una presencia y poder real para capacitarnos para cambiar el rumbo de nuestra vida...

Sólo unos pensamientos...

Pronto vuelvo de Hawaii Hasta entonces, ¡Aloha!