01 junio 2006

Señales de Vida en los Alpes

Hola desde Suiza! Durante los últimos días he estado en el país de los “yodlers” con Alex Brunet, uno de los jóvenes del Lokal. Ha sido toda una experiencia presentarle por primera vez a cosas como vacas, campos de fútbol hechos de hierba en los cuales puedes jugar sin pagar, y vistas increíbles de los Alpes en la primavera.

Después de pasar unos días enseñando en una escuela de los King’s Kids en el norte, enviamos a Alex a la parte francesa para experimentar un “NIKO”. NIKO significa “conquistar” en griego y es un campamento de supervivencia, con la idea de llevar a cada persona a sus límites y un poco más allá para desarrollar carácter, espíritu de equipo, etc. Con cada persona que hablábamos en Suiza, siempre detectamos una sonrisa traviesa: “ohhhh, él va a hacer un NIKO, ¿eh?”, así como si el cielo fuera a caerle encima, o algo peor.

Mientras tanto, yo fui con Markus, un amigo, a su casa familiar en Gstaad, una de las paradas alpinas habituales de los ricos y famosos. ¡Vaya casa que ha diseñado su padre, arquitecto, con picos de 3.000 metros visibles desde su balcón!

Bueno, avisé a Markus que yo tenía más de cincuenta años, llenos de vida y sin mucho daño hasta la fecha, y que debería pensar en algo “light” para el primer día… “Vale, sólo daremos un paseo de mountain bike hacia la cima de esa cuesta,” me dijo. No tenía mucha nieve en el pico, y subir en bici seguramente era más fácil que caminar... Debería haber detectado esa misma sonrisa traviesa que hacían los otros suizos con el campamento NIKO.

Comenzó todo bien con una pedazo de bici con treinta marchas, amortiguadores y una campana... ¡durante el primer par de kilómetros! Después llegaron las inclinaciones como peldaños de un templo de los Maya. Después de 7 kilómetros de inclinaciones de grados al 25% y de haber subido 900metros, yo, con rampas constantes en los dos muslos, fue un poco vergonzoso caminar sólo 50 metros a la vez antes de sentarme para masajearme los muslos inmóviles mientras “Markus la máquina” empujaba las bicis (¡las dos al final!) a través de pastos más verdes que un campo de golf pero más verticales que mis oraciones constantes pidiendo amparo de Dios.

Vistas fantásticas de sobra, pero subir es una cosa – ¡bajar es otra! Con frenos chillando lo suficiente como para despertar a osos en estado de hibernación, descendimos como maniacos los mismos 900 metros de elevación hacia abajo... No sé todavía cómo va con Alex, pero otro de los viajeros en Suiza ya ha llegado a su NIKO.

- Hecho polvo desde Gstaad