27 marzo 2007

Posmodernismo III

Retomando el tema del posmodernismo…

El Modernismo se asentó sobre la base que la tecnología nos promete una vida cada vez más libre del estrés y el dolor. Un día las enfermedades ya no nos tocarían. Nuestras vidas serían más productivas y sanas gracias a la marcha inexorable de la ciencia. (¿Recuerdas cuando los ordenadores iban a reducir nuestro trabajo e incrementar nuestras horas de ocio?).

Pero el SIDA, “downsizing” y un planeta contaminado no han seguido el guión. Los “posmodernos” no confían tanto en el dios de progreso científico, ni tienen fe ciega en las grandes instituciones para resolver sus problemas. Reconocen que los avances tecnológicos no sólo puedan encontrar el gen para curar enfermedades sino que también pueden hacer peligrar la verdadera existencia humana con sus bombas atómicas. Si esta inconformidad con lo “políticamente correcto” pudiera ser canalizado para buscar nuevas soluciones, en vez de sólo expresar su malestar a esas mismas instituciones, creo que la mentalidad posmodernista podría resultar en logros inéditos.

La gran paradoja para mí reside en la manera en que esta generación está enganchada a la misma tecnología de la cual desconfía. La energía, creatividad, inversión y trabajo duro, elementos básicos de cualquier progreso real, desaparecen fácilmente en el agujero negro de las horas pasadas en frente del ordena seductor. Poco a poco, el gozo natural que resulta de los actos de servicio, o cumplir metas que cuestan una buena dosis de tiempo y sudor se sustituye por placeres virtuales en el ciberespacio, controlados por las nuevas grandes instituciones (¿os suenan los nombres Microsoft, Electronic Arts y la “Play” (Sony)?). No estoy en contra de tiempo de ocio y placeres, pero sí de adicciones que nos roban la vida. ¿Cuánto tiempo hasta que se forme la asociación de “Internautas Anónimos”?

Creo que una frase escrita por Helen Keller hace cien años se aplica bien a ésto: “Como el águila fue matado por la saeta construida con su propia pluma, así la mano del mundo puede ser lesionada por su propia pericia.”

16 marzo 2007

La muerte, aunque estemos preparados…

Acabo de chocar cara a cara con la muerte esta semana. Primero en Kona, Hawai y después en California, mi familia y centenares más dijeron “a-Dios” a mi padre de 83 años que falleció la semana antes.

La muerte es el árbitro final de nuestras elecciones en la vida. He leído las últimos agonías de filósofos y penasadores cómo Voltaire. He estado en funerales donde toda la familia expresaba la rabia por no haber tratado a su pariente con más respeto. ¡Cuántos padres lamentan la falta de atención y tiempos de calidad con su familia! Pero soy testigo de que no tiene que ser así.

Aunque las palabras se estancaban en mi garganta y los llantos brotaron desde mis entrañas en ciertos momentos, puedo decir que la experiencia ha sido maravillosa. Escuchar expresiones de admiración de la categoría más auténtica desde más de 300 bocas y plumas testificaron que vale la pena elegir un estilo de vida de servicio y humildad como hizo mi padre. Tenemos una esperanza que sí, va más allá de la tumba. El apóstol Pablo lo describió perfectamente:

¿DÓNDE ESTÁ, OH MUERTE, TU VICTORIA? ¿DÓNDE, OH SEPULCRO, TU AGUIJÓN? (I Corintios 15:55)”

07 marzo 2007

Y la luna no brilló…

La noche del 3 de marzo, la luna no era blanca. El disco en las alturas del cielo de media noche más bien fue marrón con una corona rosada donde la sombra de la tierra oscureció su luz nocturnal. Si te perdiste el eclipse, ahora tienes que esperar hasta el 2029 para presenciar tal espectáculo.

El evento tiene significancia especial para mí porque coincidió con el día de la muerte de mi padre. A los 83 años, se fue a la eternidad habiendo vivido bien la vida y dejando un legado del cual soy un recipiente fortunado.


La luna no tiene su propia fuente de luz. Sólo puede reflejar el brillo del sol cuando está posicionado en el ángulo justo para rebotar el fuego de su hermano mayor al observador en la tierra. Así, nosotros sólo podemos hacer lo mismo con la luz y vida de Dios. Mi padre fue un buen elemento reflejante. Le echaraemos de menos.