19 octubre 2006

Un examen...

Estaba contemplando la famosa frase de Socrates, “Una vida no examinada no vale la pena ser vivida”.

Me congratulé un poco porque el simple acto de contemplar es parte de la respuesta a este desafío dirigido a la raza humana hace veintycuatro siglos. ¿Cuánto tiempo inviertes en examinar tu propia vida? Demasiado y llegarás a la depresión, no suficiente y es vanidad.

He encontrado la eficacia de programar ratos de introspección. El promedio de un medio-día por mes aparte del trajín funciona para mantener mi alma y mente bien engrasadas. Con papel, boli y Biblia, preguntando a Dios y a mí mismo: ¿A dónde voy? ¿Cuáles son mis prioridades, mis obligaciones pesadas? ¿Son las correctas? ¿Si pudiera diseñar la vida perfecta, qué haría falta añadir y quitar de mi vida como anda ahora? La clave es no sólo cuestionar sino escuchar y grabar las respuestas para ayudarme luego a “conectar los puntos”; para extrapolar la respuesta obvia la próxima vez que vengo con confusión sobre la dirección de mi existencia.

Examinar tu propia vida es una cosa... Dejar que otros la examinen es otra. ¿A quién has dado permiso para plantearte “las preguntas difíciles”? ¿A veces, pides a otros que te den una evaluación de una tarea que hayas completado o que comenten sobre tu participación como miembro de un equipo? Hace un mes, envié un cuestionario que se llama “evaluación de 360º” a un colega en Suiza. A parte de los eulogios (¡gracias, Peter!), me dio una sugerencia que está transformando poco a poco mi manera de trabajar con otros. A veces, por temor de recibir un “suspendido”, no buscamos la examinación de los más cercanos a nosotros, pero a menudo sus comentarios llevan oro si tenemos la fuerza para minarlos. Salomón lo expresó así, “Fieles son las heridas del amigo”.

Estoy encantado de estar en red de nuevo. Siempre aprecio vuestros comentarios. ¡Hasta la próxima!