04 diciembre 2006

No tienes que ser quien siempre eras...

¿Cómo fue tu niñez? ¿Dónde naciste? ¿Cuál fue tu órden de nacimiento? ¿Sufriste la tragedia del divorcio o fuiste criad@ por sólo un padre? Son circunstancias que tú no pudiste alterar. Hay muchos libros que te pueden ayudar a identificar las secuelas, pero mucha gente para allí, con sólo la identificación de sus trastornos y no logran pasar más allá.

Estoy de viaje en Sonoma, California, USA, donde pasé los años de mi adolescencia. Visité mi casa familiar con un arroyo por la parte de atrás donde mi hermano y yo encontramos escorpiones por primera vez (“¿Deberíamos coger estos cangrejitos por sus colitas?”). Sacaba fotos de mi cole de ESO cuando de repente salió corriendo el director asistente de la escuela, con su Walkie en la mano, preguntándome sobre mis intenciones. El custodio aparentemente le había informado sobre un tío con una cámara entrando en el lavabo de los chavales y... (pero es otra historia).

Hubo recuerdos dulces pero también amargos al pasar por los monumentos de mis años formativos. Por alguna razón, yo siempre era el objeto del menosprecio y desdén de mi hermano mayor. Durante esa época, llegué a estar convencio de que cada idea o iniciativa propia era estúpida e inútil. Como es normal en muchas familias, el mayor descargó sus frustraciones y falta de auto-estima sobre el próximo en la cola.

Tal vez, tú has llegado tambien a identificar algún factor del pasado que te está impidiendo en el presente. ¡Felicidades! Pero sólo es el primer paso hacia la madurez. Es una cosa reconocer la mentira que se ha sembrado en tu alma, es otra perdonar la persona o circunstancia que te aturbe y aplicar la verdad en su lugar.

Recuerdo el día cuando la revelación me pegó, que esa voz que susurraba, “Curtis, es una idea tonta...” era mentirosa. A mí me costaron meses para contrarrestar esa imagen grabada en mi interior. Tenía que repitirme, a veces en voz alta, “¡No es verdad! Soy un hijo de Dios, creado en su imagen. Ahora no hay condenación y juntos podemos cambiar la historia.”

En este viaje, he escuchado tristes historias de varios de mis amigos de la niñez. Algunos pueden identificar perfectamente los factores que les golpearon, pero se visten con la injusticia como una medalla. “Gracias a esa circunstancia, soy quien soy.” Lástima. La vida es una maravilla pero también es corta. Es mi firme esperanza que todos podamos vivir en la verdad redentora de Cristo que grita: “no tienes que ser quien siempre eras”.