26 octubre 2009

La musica como tortura...

No pude pasar por alto esta reciente noticia.

Entre los nefastos métodos de tortura que se han implementado en la notoria prisión de Guantánamo, hay uno que probablemente no aparece en ningún manual de militares. Según el artículo en La Vanguardia (21/10/09):

“Los carceleros estadounidenses ponían música a todo volumen a los prisioneros. Un informe del Pentágono fechado en 2004 revela que se utilizaron canciones de Metallica, Eminem, los Bee Gees y Britney Spears, entre otros.”

¿24 horas de los Bee Gees? ¿Quién no revelaría el paradero de Osama Bin Laden al padecer tal vejación? Pero la historia no termina allí…

“Un grupo de artistas, entre ellos REM, Pearl Jam, Jackson Browne y “The Roots”, pidió ayer al Gobierno de Estados Unidos la desclasificación de los documentos sobre el uso de la música en Guantánamo, incluidas las canciones que se utilizaron.”

Supongo que tienen razones para reclamar. Seguramente las bandas en cuestión ya reciben suficientes cartas de padres quejándose de la tortura que sufren como resultado de la música haciendo temblar las paredes de las habitaciones de sus adolescentes. Y ahora añádele la amenaza del Jihad declarada por los terroristas traumatizados por ser sometidos a Britney Spears. Son éste tipo de maltratos los que dan motivos para cerrar Guantánamo, seguro.

Pero me pregunto si su demanda es más para proteger los derechos de los presos o para recibir remuneración por los derechos de autor. Tal vez nunca sabremos… Mientras tanto, "Baby Hit Me One More Time!"

15 octubre 2009

Vergüenza o humildad?

Hola de nuevo a todos! Ya que estamos en mediados de octubre, es tiempo de reanudar el blog!

Acabo de volver de una conferencia en Inglaterra. La sala de reuniones allí albergaba un cuadro enorme con el famoso “Hijo Pródigo” pintado por Rembrandt van Rijn. Existe muchos análisis detallados sobre todos los signos encrustados en la obra maestra (para empezar, fíjate en las diferencia del tamaño y aspecto de las dos manos del padre...) pero lo que me interesó en esta ocasión fue contemplar las dos palabras que el lienzo evoca: “vergüenza” y “humildad”. Parecen más o menos iguales, pero la confusión entre las dos era el impulso que llevó al chico, y a muchos más, hacía su “porquería” particular.

Nuestros amigos en la RAE definen “vergüenza” como:
“turbación de ánimo...ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”.

Entonces, es fácil observar que este tío, bien inflado de auto-importancia, “avergonzó” al padre por demandar la herencia familiar con antelación insultante. Después de derrochar su fortuna de forma “vergonzosa”, tanto para él como para la familia, llegó literalmente a la porquera (curiosamente, es desde este contexto que cogemos la palabra “porquería” en el castellano moderno), vistiendo sus visiones de gloria en los feces de los cerdos.

Por otro lado, su rescate vino en la forma de humildad o: “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades” (RAE). Cuando “volvió en sí”, determinó regresar a su padre y, en humildad, admitir sus errores, exponiéndose como quien era realmente: alguien que no merecía nada. El padre respondió a este acto de humildad no sólo restaurándole en su lugar como hijo, sino además derramando honores sobre él hasta provocar la vergüenza del otro hijo, rabioso de celos.

La paradoja invita a la reflexión: en su intento de exagerar su importancia, el hijo cosechó vergüenza, precisamente lo que quería evitar. Cuando reconoció quien era, ni más ni menos, cosechó honor, precisamente lo que no buscaba. (Para leer toda la historia, clika akí)

Vergüenza o humildad: ¿cuál vale la pena establecer como meta de la vida?